Prostitución en Nicaragua, legal pero problemática
Como muchos otros países de la zona, Nicaragua es una nación que trata de salir adelante después de muchas décadas de conflictos, problemas e inestabilidad tanto política como social. No es que la cosa haya mejorado demasiado en los últimos tiempos, con un ex guerrillero en la presidencia, pero al menos el país parece embocado hacia el crecimiento. Las políticas de Ortega, sin embargo, están olvidando por completo las ayudas sociales, lo que también resquebraja de una forma importante a la propia sociedad de su país. La brecha entre ricos y pobres se acentúa, dejando a una inmensa mayoría de nicaragüenses en el lado humilde, y a solo unos pocos en la parte privilegiada. Algo que, por desgracia, para costumbre habitual entre los países latinos en las últimas décadas. El populismo de Ortega viene corroborado después de décadas de convulsión política y corrupción. De ahí que el sandinista tenga hoy por hoy una aceptación tan amplia entre una población desesperada.
Pese a todo lo que rodea la oscura figura del presidente, Nicaragua busca la manera de convertirse en un país floreciente, tanto en industria como en sociedad. Su PIB sigue ascendiendo, aunque sigue estando por debajo del top 100 global. Lo preocupante de la situación es que Ortega se está convirtiendo en un líder al estilo Evo Morales o Maduro, llevando casi 30 años ya gobernando, con una pequeña pausa en los 2000. Su ansia de poder absoluto está llevando a la represión de cualquier voz disidente, especialmente dentro del feminismo. Y es ahí donde tenemos que centrarnos para conocer cómo se lleva a cabo la prostitución en este país centroamericano, uno de tantos en la región que ha regularizado este trabajo sexual… o al menos lo ha intentado. La problemática con las prostitutas es que en muchos casos, el Gobierno les exige mucho para entregarles muy poco. Las fuerzas de seguridad del país están acostumbradas a ningunear sistemáticamente a estas mujeres, que además tienen problemas de abusos en muchas ocasiones. La realidad de la prostitución en Nicaragua se podría resumir en un intento, por ahora fallido, de mejorar las condiciones de las mujeres sin poner recursos reales para ello.
Un país en constante cambio
Nicaragua siempre ha estado sumida en convulsas épocas políticas, con guerras y conflictos internos donde también ha tenido mucho que ver la política exterior de Estados Unidos. La llegada de los sandinistas al poder aupó al actual presidente, Daniel Ortega, ya en 1990. Luego, en 2000, la derecha consiguió ganar las elecciones, y estuvo durante seis años gobernando, con cierto nivel de represión para la oposición sandinista. En 2007 Ortega vuelve a convertirse en presidente y ya no abandonaría el cargo, consiguiendo hacerse fuerte en el poder y atrayendo cada vez más responsabilidad sobre su gobierno. Esta “estabilidad” parece haber permitido un cierto crecimiento en la economía del país. Sin embargo, a nivel social las cosas no son tan sencillas, y es que Ortega no ha dudado en restringir ciertos derechos a aquellos que él considera que son sus rivales.
La regularización de la prostitución en Nicaragua
Desde hace una década, Nicaragua legalizó la prostitución y permitió el intercambio de servicios sexuales por dinero, siempre con consentimiento por parte de la trabajadora. Como muchos otros países, la nación centroamericana avanzaba hacia una fórmula de regularización que permitía seguir trabajando a las chicas que así lo desearan, pero perseguía las que estaban bajo explotación. Una idea magnífica sobre el papel, pero complicada de cumplir en la práctica, especialmente cuando no se ponen recursos suficientes para perseguir a las mafias que explotan sexualmente a las mujeres. De hecho, Nicaragua tiene un grave problema de explotación infantil en este sentido, que Ortega ha sido incapaz de solucionar, al menos por ahora. La legalización de la prostitución podría traer beneficios, pero siempre rodeada de una adecuada legislación que ofrezca alternativas a las mujeres.
La realidad, sin embargo, se muestra mucho más compleja. El país no es una potencia turística como pueden serlo República Dominicana o Costa Rica, y la mayoría de clientes de estas prostitutas son locales. Eso significa que los servicios se cobran a precios más bajos, y la espiral de pobreza parece insalvable para estas mujeres. La mayoría de las prostitutas que trabajan en Nicaragua son del propio país, aunque también existen muchas chicas llegadas desde otros lugares, como Venezuela o incluso México. La situación no es precisamente alentadora, y como en tantos otros países, las chicas que se dedican a la prostitución no tienen muchas más alternativas. Lo hacen por pura necesidad, y la legalidad de su trabajo tampoco les aporta una verdadera seguridad porque a la hora de la verdad, los beneficios de esa legalidad son prácticamente nulos.
Abusos infantiles y tráfico sexual
Por otra parte, no podemos dejar de incidir en la cara más oscura de la prostitución, aquella en la que se da pie a abusos, tanto a mujeres como a niñas. Y es que en Nicaragua el número de violaciones y abusos sexuales no para de crecer, a pesar de que el país ha intentado instaurar también una ley para luchar contra la Violencia de Género. Los resultados de dicha ley, a pie de calle, apenas son consistentes. Las mujeres siguen siendo abusadas, muchas veces en sus propios hogares, por sus maridos o parejas. El sistema patriarcal se extiende de una manera clara en todos los estamentos, a pesar de presumir desde el Gobierno en lo igualitaria que se ha vuelto Nicaragua en estos últimos años.
Son todo brindis al sol y datos maquillados sobre la inclusión de mujeres en la vida pública y política. Esto, que no lleva ni mucho menos a una igualdad real, también se refleja en las propias leyes “feministas”. Una de ellas, la que tiene que ver con el aborto, ha sido un gran caballo de batalla para el movimiento feminista nicaragüense. Tras mucho pelear y debatir, la ley se aprobó para luego quedarse en nada por culpa de la presión de la Iglesia y los estamentos clericales. El aborto quedo penalizado incluso en los casos más extremos, como el riesgo para la vida de la madre o la violación. Las niñas que nacen en este tipo de ambientes llegan incluso a normalizar la situación de abusos y, al convertirse en prostitutas, entienden que es una forma natural de entregarse al sexo.
¿Ha sido una buena decisión?
Ahora toca hacer autocrítica y repensar si la decisión de legalizar la prostitución fue un buen punto o simplemente una foto de cara a la galería. El Gobierno de Nicaragua no está poniendo medios para solventar los problemas que la prostitución puede derivar. Ante esto, lo único que formula es la posibilidad de tributar y de incluir a las mujeres en el sistema de impuestos, con todo lo que eso supone. Tanto es así que muchas se han visto también obligadas a quedar fuera de ese sistema y seguir por su cuenta y riesgo, ante la imposibilidad de cumplir con las obligaciones impuestas a las prostitutas. La situación de legalidad de la prostitución es un gran paso, pero hay que darlo con seguridad y con recursos.