Muralismo mexicano, un movimiento artístico que encandiló al mundo

México puede presumir de ser cuna de numerosos artistas, en todo tipo de obras, desde la música hasta el cine, donde los directores mexicanos están convirtiéndose en verdaderos maestros incluso en Hollywood, pasando también por la fotografía o la pintura. Más allá de la famosa Frida Kahlo, existen numerosos pintores que han sabido llevar a cabo un estilo diferente, basándose en las raíces de su propia cultura, para llevarla un paso más allá y extenderla incluso entre aquellos que no entendían de arte. Es así como surge el muralismo mexicano, un movimiento artístico de principios del siglo XX que cimentó las bases de la educación pública en el país azteca.

Tras la Revolución y con la Gran Depresión y la Primera Guerra Mundial todavía en el horizonte, la llegada al poder de Álvaro Obregón conllevó muchos cambios políticos y sociales en México. Desde su Ministerio de Cultura, por ejemplo, se impulsó la creación de un sistema real de escuelas públicas, y de paso, también un movimiento artístico que incluyó a numerosos intelectuales, que entendían que el mural era la forma perfecta de culturizar a aquellos que todavía eran analfabetos, a la vez que se creaba una potente identidad nacional basada en los valores de la Revolución y se trataba de acabar con las ideas racistas contra indígenas, todo a través del vehículo del arte.

¿Cómo y por qué surge este movimiento?

El presidente Álvaro Obregón contrata a José Venceslao, uno de los grandes intelectuales de su época, para que se encargue del Ministerio de Educación Pública. Al notar que gran parte de la población era analfabeta, Venceslaos en entendió que debía buscar una fórmula para hacer llegar la cultura a esa población, de manera directa y sencilla. Es por eso que llamó a Gerardo Murillo Conrado, más conocido como Dr Atl, fundador del Centro de Artes de Ciudad de México y un gran pintor de su época, para que a través de los murales, fueran creando toda esa cultura nacional y una identidad que nacía de la unión de todas las diferentes influencias mexicanas.

Desde ese momento, varios jóvenes mexicanos se unieron a esta campaña y fueron financiados por el propio gobierno para que pintaran obras de todo tipo, la mayoría de ellas confeccionadas en murales, tomando  como referencia también la tradición de sus antepasados olmecas, que hacían pinturas de la misma forma. El arte de los primeros muralistas era intenso, transgresor, e incluso llegó a provocar ciertas disputas entre países, como ocurrió con Estados Unidos y el mural Man on the crossroad, pintado por el genial Diego Rivera.

 

‘Los tres grandes’

En pocos años, el Muralismo se convirtió en un movimiento de gran éxito dentro y fuera de México, gracias al apoyo del gobierno y al exquisito talento de sus componentes. De entre ellos destacaban principalmente tres. El primero era David Alfaro Siqueiros, de talento desbordante y muchas veces enfocado a sus ideas políticas comunistas. Estaba también José Clemente Orozco, que llegó a pintar numerosos murales en México y también en Estados Unidos, obras que todavía hoy se conservan y son admiradas por todos.

Quizá el tercero sea el mejor exponente y el más popular de cuantos podíamos encontrar en este movimiento. Diego Rivera, marido de Frida y al igual que Alfaro Siqueiros, convencido comunista, fue un exponente magnífico de todo este movimiento llegando a pintar murales sociales con fuerte ideología política en edificios públicos. Estos tres pintores son los más reconocidos dentro del Muralismo Mexicano y su obra es reverenciada en todo el mundo.

 

Grandes obras del muralismo

Al tratarse de murales, las obras de estos pintores estaban indefectiblemente vinculadas al lugar donde eran pintadas. Algunos de los murales más espectaculares de este movimiento se pueden encontrar en el Palacio Nacional, en la Escuela Preparatoria Nacional, en la UNAM, en la Suprema Corte de Justicia o en el ahora llamado Plyforum Cultural Siqueiros, en honor al muralista que desarrolló una obra de 4.600 metros cuadrados realizada a lo largo de cinco años, entre 1966 y 1971, sin duda una de las obras cumbres de este movimiento, y también de las últimas, siendo Siqueiros el último exponente vivo de aquellos tres grandes.

 

La importancia de este movimiento para la cultura indígena

Uno de los papeles principales del movimiento fue llevar la cultura no solo a las élites, como había ocurrido hasta ese momento, sino también a todos aquellos que vivían en los pueblos y poblados, alejados de las ciudades, especialmente a los indígenas, que habían sido maltratados y vilipendiados en siglos anteriores por el colonialismo. El Muralismo Mexicano acoge influencias indígenas y las introduce en la cultura nacional, haciéndoles partícipes de esa identidad mexicana que se estaba construyendo, además de ayudarles a entender mucho mejor la cultura a través de estos murales.